Castigo de la palabras

Bienvenidos al Castigo de la palabras, Blog personal de Pedro J. Moriche Hermoso

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viernes, 28 de mayo de 2010

El amor y los exámenes

Los exámenes cuando están aún lejos son como esas novias primerizas a las que sólo recuerdas de vez en cuando, mas sin embargo, cuando están cerca son como un amor profundo y reciente, como esa chica a la que acabas de conocer y que no te puedes quitar de la cabeza.

Ellos, como Zeus, se aparecen en múltiples figuraciones; unas veces vienen engalanados en tipos test y respuestas cortas, otros se aparecen largos como las esperas en estaciones de trenes y autobuses, o se transforman en enrevesados textos cuya mecánica es tan compleja como el último beso, como el abandono de todas las mujeres que un día amaste.

También es complicada su espera, el hormigueo interno que recorre las venas mientras el profesor reparte las últimas instrucciones. Una vez que lo tienes enfrente pueden darse múltiples situaciones: Te puedes volver cobarde y aún sabiendo a ciencia cierta lo que has de decir, te callas, lo firmas y lo entregas sin tan sólo poner una palabra, porque te ha podido el miedo y el agobio, al igual que a un chiquillo adolescente que después de ensayar día tras día la declaración de amor ante el espejo enmudece ante la chica de sus sueños.

Otras veces, te enfrentas a él sin miedo, sabiendo que lo vas a superar fácilmente, pero luego, al ver la nota, te das cuenta que has fallado, que la chica que parecía facilona estaba ya con otro, o era más dura de la cuenta. Sin embargo, en otras circunstancias vas con miedo y piensas que todo está perdido, que no puedes merecerla… pero a pesar de todo no te das por vencido y luchas, y cuando crees todo muerto te encuentras con que has aprobado y te quedas sorprendido como el chico tímido del grupo al escuchar el “sí quiero” de los labios de la más rebelde de toda la pandilla.

También es habitual el sibilino artificio de las chuletas, que no es más que el engaño al profesor y a uno mismo, con las miras a unos fines concretos, como cuando le dices a una chica que la amas, y saciado el sexo marchas cobardemente y la abandonas. Tampoco pueden olvidarse los aprobados por los pelos, los cuatros que se convierten en cincos después de unas lágrimas o un pase de escote en un despacho, pero esos, al igual que las relaciones que se empiezan con la duda, terminan por romperse a largo plazo, por cobrarnos los recibos que un día estafamos a la Hacienda.

Pero que nadie olvide, que los exámenes, como el amor, también pasan y terminan y el recuerdo de una Matrícula de Honor, como el beso, es siempre más agradable que un suspenso.

jueves, 27 de mayo de 2010

Tamaño Natural (L.G. Berlanga, 1973)

Don L.G. Berlanga y Azcona nos dan en Tamaño natural una amplia muestra de la variedad y las cotas artísticas de su cine y escritura. El planteamiento de la película es, como casi todo Berlanga, de gran hondura. La historia parte de un hombre que por fetichismo decide comprar una muñeca a tamaño natural de mujer, con formas de gran realismo. El inicio es prometedor, y los primeros minutos del film tienen gran fuerza, destacando el encuentro con la niña en el cuarto de baño y su posterior imitación.

Poco a poco la película va ahondando en las relaciones del personaje y la muñeca, hasta que la convierte en la mujer de sus sueños, la presenta en sociedad, se divorcia de su esposa y se casa con la muñeca para llevar con ella una vida normal, en la que tiene en casa a una criada, e incluso un hijo del que la madre es la muñeca. En la liturgia de ese matrimonio podemos encontrar la ya típica crítica de Berlanga a la Iglesia, que se verá aumentada posteriormente por la escena de la confesión.

La película es además una reflexión sobre el matrimonio, sobre el carácter autoritario de algunos hombres que llegan a hacer de sus mujeres un modelado a medida, como Michel. La muñeca cobra en ese aspecto una gran connotancia humana, como también lo cobra con la relación que tiene con la madre, en la que se hace un análisis certero de muchas relaciones ente los matrimonios y los padres de éstos, como se deduce de la frase “¿Sabes una cosa? Parece mentira, pero ha estado conmigo más tiempo que tu mujer”.

También se recoge en la película un retrato de los emigrantes españoles en París con bastante ironía, humor negro y acidez. Los españoles en París actuarán como bestias ante la muñeca, viéndola como un objeto al que poder fornicar como si fueran salvajes. Esta relación es la antítesis de la relación amorosa que mantiene con Michel, donde prima el amor y la ternura en gran parte de los casos, aunque luego se alternará con la violencia, realizando una radiografía certera del machismo, los celos, el egoísmo…

A la misma par encontramos en la cinta el tópico del amor libre que corría esos años por París, con relaciones extramatrimoniales consentidas por la pareja o el sexo fácil en cualquier parte, como por ejemplo en el hotel. El final de la película es redondo y está bastante logrado, nunca un suicidio en coche fue tan lírico y profundo.

Quizás la pega que se le pueda poner a la película es su ritmo lento, que llega a aburrir al espectador ávido de acción. La técnica del monologo es quizás un abuso en esta cinta, pudiendo ser el defecto que le permite ser una obra maestra, como la gran mayoría de sus trabajos. Quizás Berlanga y Azcona debieron plantear la cotidianidad con más personajes, con más enfrentamientos y discusiones, con más puntos fuertes, con más conflictos.

Lo que nadie podrá negar es que Berlanga es un director valiente, que se atreve con la experimentación y que siempre trata de hacernos reflexionar sobre lo que nos rodea, dejando en el sentido del ridículo las cosas más santificadas por los hombres.

Como colofón decir que el guión literario es de gran calidad y poder, pero que al transformarse en imágenes la cosa ha cambiado y el tema de la narración visual pierde fuerza y vigor, es quizás más un tema literario que filmográfico.

martes, 18 de mayo de 2010

Cuando la charanga y la pandereta suenan a violines

Si hay una película injustamente tratada en el cine de nuestro país, esa es sin duda La Vaquilla (1985, Berlanga). Mucho se ha hablado del Verdugo o de Bienvenido Mr Marshall, películas en que la crítica explícita pone más claramente de manifiesto el talento, y el sentimiento aflora a la superficie. Sin embargo, cuando los maestros Azcona y Berlanga usan la charanga y la pandereta para sacar música de violines la crítica parece no escucharlos, quizás porque ignora que un instrumento vulgar en manos de un par de genios puede sonar a angelical.

Si profundizamos en el guión nos damos cuenta de que estamos ante uno de los cantos más antibelicistas de la historia del cine, y quizás en el mayor canto antiguerracivilista que puede imaginarse. Nadie ha tratado con esa maestría la España del 36, dejando tan en ridículo el sentido de una guerra que no valía para nada. Quizás la crítica esperase que Berlanga fuera más severo y ácido con el Franquismo, pero el valenciano es capaz de juzgar desde afuera y realiza una película sin posicionarse ideológicamente, y siendo lo más objetivo posible.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que la vaquilla es una metáfora de España. Quizás el tópico y el tema tratado hacen que el espectador se quede en una primera lectura, sobre todo porque la película entretiene y con eso puede que le baste para considerarla como buena. Pero no, no es solamente eso. La Vaquilla es el uso de los tópicos con un doble sentido, con una vuelta de tuerca que se enrosca de humor negro, de sátira, ironía, humanidad y unos diálogos sencillamente prodigiosos si se ahonda en ellos. La Vaquilla es a las películas denominadas como “españoladas” lo que el Quijote a los libros de caballería.

Los primeros travelling de un soldado repartiendo la correspondencia en calzoncillos por la primera línea de trincheras vaticinan que estamos ante algo majestuoso. A continuación, aparece Alfredo Landa en uno de los papeles de su vida, llevando las estrellas en una camiseta interior, símbolo de lo que fue el desorden y la poca disciplina en el bando Republicano. La escena en que los mandos fascista y republicano intercambian el papel por el tabaco para que los dos puedan fumar raya el absurdo, la realidad y el lirismo. A su vez, dos soldados (un grandísimo Guillermo Montesinos) quieren intercambiarse de bando por unos días; uno para ver a sus padres y otro a su novia. La comicidad de esa escena esconde un trasfondo ideológico de muy altas cotas artísticas: el sinsentido de la guerra enfocado desde el punto de vista de la tropa.

La aparición de José Sacristán, en la escena de los preparativos del asalto, le da el empujón necesario al planteamiento para que el desarrollo camine sobre ruedas. Es en el desarrollo donde los dos guionistas han puesto uno de los puntos fuertes, creando una tensión constante con el solo hecho de situar a los personajes en territorio enemigo. Con esa decisión el espectador se mantiene en vilo todo el tiempo.

El carácter arrogante y fanfarrón del macho español queda en evidencia en la escena en la que se le va a dar muerte a la vaquilla. Posteriormente, en la escena del baño, en la que desnudos y sin saberlo, chapucean juntos rojos y azules, Alfredo Landa dice una de las frases claves de la película: “-Lo que es la vida mi teniente, aquí en pelotas ni enemigos ni na. Y además nos invitan a desayunar.” El film continúa su acción en la fabulosa escena de la casa de la novia, en la que Montesinos escribe al salir, encolerizado por las infidelidades de ésta, una de las frases de humor inteligente más geniales del cine: “Juana es una fascista”.

Siguiendo con el hilo, y cuando la película parece que entra en un punto muerto, aparece otro de los grandes del cine español, Agustín González, para terminar de darle el empujón definitivo al elenco. La aparición del Marqués (inconmensurable Adolfo Marsillac) y de la Iglesia como pilares fundamentales del régimen, sobre los que Berlanga descarga su humor negro, también son de resalte.

Finalmente, y tras pasar por las divertidas peripecias de la corrida en las que queda plasmado el ambiente de una época, llega la parte honda del film. Los dos toreros, en representación de los dos bandos belicistas, torean a una vaca en territorio de nadie, perdón a una España, que se les muere entre lance y lance sin que ninguno logre la vuelta al ruedo ni el ansiado triunfo. Esa metáfora se verá reforzada con el prodigioso y vertiginoso movimiento de cámara, que como si fuera un buitre planeando se acerca al esqueleto de la vaca para terminar de rematarla. Es el momento del lirismo fotográfico. Nunca nadie, usó la metáfora que representa a un país de una forma tan sutil y certera, sin señalar culpables, pero invitando a todos a la reflexión y lanzando el mensaje de que la guerra es absurda, que no tiene sentido.

Para terminar podemos decir que la Vaquilla es una radiografía de la Guerra civil, pero una radiografía vestida de acuarela en la que hay que ahondar para entender que la pareja Azcona-Berlanga no tiene nada que envidiar a otros grandes duetos del cine como Diamond-Wilder, así como tampoco nuestros actores clásicos han de sentir envidia ante el plantel hollywodiense. No podemos olvidar tampoco que la película, siguiendo el patrón de obras literarias como El Lazarillo, tiene una doble lectura. En la primera entretiene y deleita, como corresponde al cine, y en la segunda roza lo sublime, como corresponde al arte.

Como colofón recordar la parte final del diálogo de los dos toreros, resumen de toda la película:
-Limeño, si ves al Tejadillo dale recuerdos.
-¿Al tejadillo? Pero, si la palmó en Valencia.
-¿Un toro?
-El hambre.

sábado, 15 de mayo de 2010

Sobre Garzón y la rebelión ignorante de las masas

A mí lo que me jode de este país o como los indoctos quieran llamarlo, es la ignorancia borreguil generalizada, la afiliación a unas ideas políticas inmutables y que se remontan, en muchos casos, a un pasado de más de 70 años del que la mayoría no ha leído ni dos páginas o párrafos. No se trata de Falange contra Garzón sino, de la Justicia contra Garzón. Esa es la grandeza de la Democracia, que hasta los jueces estrella pueden ser juzgados y no por ir contra el Franquismo, sino por supuesta prevaricación (y tres veces seguidas). Pero bueno, la mayoría de los que firman en estos eventos (Facebook, Tuenti...) no sabe ni lo que es “prevaricar” ni tampoco se va a molestar en buscarlo en un diccionario. Se apoya porque se es antifranquista, pro PSOE o anti PP.

Decía el poeta romano Horacio una frase que más vale recordar: “Sapere aude”, que viene a decir “atrévete a saber”, y a pensar por ti mismo. Más vale que nos aplicásemos ese cuento y fuésemos capaces de razonar y pensar más allá de lo que los partidos políticos nos dicen por la tele que hay que pensar. Parece que no nos damos cuenta de que la política de hoy es un chiste, que nos cuentan cuatro señores con corbata, donde los leperos somos todos nosotros y los que se ríen todos ellos.

Es una vergüenza que la gente se preocupe más por Garzón y se manifieste más por él que por los 4.600.000 parados que hay en este país. El individuo no se da cuenta de que Garzón no es más que una cortina de humo que nos venden para evitar que nos quitemos la mordaza, un tema de Agenda Setting para que la masa entre al trapo, al engaño, mientras una banda de paniaguados y políticos del tres al cuarto yantan langosta y caviar con el recorte de pensiones de nuestros abuelos. Con una dieta menos para cena de algunos políticos por día podrían cenar muchos jubilados un mes, cuando no dos.

Así actuamos los españoles, intentando apagar el humo cuando en realidad lo que hay que apagar es la candela. Siempre se han reído de nosotros y nos han manejado a sus anchas los gobernantes, desde Carlos V, hasta Franco, pasando por el Deseado o por Godoy. Y hoy en día, nos siguen haciendo lo mismo, aunque ahora con otros hábitos y legitimados por una Constitución y unos medios de comunicación que moldean a su antojo.

Pero nada, sigamos así, discutiendo de lo que nuestros abuelos o bisabuelos hicieron hace 70 años, enfrentándonos por ideas que no tienen ya ningún sentido y que no hacen más que resucitar el odio. Sigamos así, sin darnos cuenta que los cuatro parásitos que nos hacen vivir del pasado lo hacen para vivir de nuestro presente y embargarnos el futuro.

P.S.: El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, mas el español tropieza hasta romperla.

P.S.2: La Iglesia, gracias a Dios, perdió el poder de manipularnos. Lo malo es que sus sotanas se las puso la prensa, y aunque no nos confiesan nos dicen como tenemos que hacer la penitencia.