Castigo de la palabras

Bienvenidos al Castigo de la palabras, Blog personal de Pedro J. Moriche Hermoso

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miércoles, 30 de junio de 2010

Carta-Poema para un amigo

Querido amigo:
Yo aquí, frente a la pupila de música
Del computador,
Escribiéndole un email a las magnolias.
Te preguntarás, ¿qué fue de los otros?,
Pues Carlos se casó
Con una vendedora ambulante de sonrisas,
Pablo montó una industria de besos
En el polígono del amor,
Alex trabaja de asesor de musas,
Daniel es funcionario de nubes:
Le da cuerda a la lluvia.
Y por último decirte que a Diego
Le fueron mal los negocios:
Le embargaron el corazón.

De Actualizaciones poéticas, 2004.

martes, 29 de junio de 2010

El séptimo sello, Ingmar Bergman (1957)

Muchos ríos de tinta ha vertido la que suele considerarse como la obra magna de Ingmar Bergman, y son pocos los que se atreven a ponerle "peros" a esta cinta. Sin embargo, yo le voy a poner algunos.

La historia comienza con el regreso de las Cruzadas del caballero Antonio y su escudero Juan. Vuelven después de 10 años de luchas. De pronto, se dan cuenta de que nada ha tenido sentido, de que el Dios en el que han creído y por el que han luchado es tan sólo una entelequia. Para mayor agravio, a Juan viene a reclamarlo la muerte y comienzan a jugar al ajedrez para decidir si lo deja o se lo lleva. De inicio ya nos encontramos con una película que promete profundidad. Y el tema a mí me apasiona.

Empero, cualquiera que tenga las cuatro lecturas fundamentales de filosofía no se va a sorprender por la temática del film, ni por su aparente hondura. Basta decir que por ejemplo desde San Agustín hasta Unamuno venimos encontrando la misma idea y la misma búsqueda de Dios a través de la razón. El tema por tanto, es quizás poco ingenioso, tópico y se presta de por sí a lo profundo y a la reflexión.

Tampoco encontramos nada nuevo o sorprendente en el planteamiento del guión. La muerte que viene a la búsqueda de un individuo y le da un tiempo de prórroga se repite hasta la saciedad en los romanceros y en los cuentos populares de la Edad Media. En el cine también encontramos muchos ejemplos, como Las tres luces de Lang, filmada a inicios de los años 20.

La historia continúa con la presentación de un trío cómico, encarnado por un visionario, una esposa fiel y un cómico mujeriego. El caballero y su escudero no tardarán en unirse a ellos para atravesar juntos los peligros del bosque, tópico fundamental de la Edad Media. Y digo que es un tópico de la Edad Media porque el film está hecho a base de tópicos más o menos superficiales, o que se tratan superficialmente: la peste, los predicadores, las procesiones de mártires, la brujería, el fanatismo de la fe, la superchería, el miedo a la muerte…

No obstante, aunque sea muy tópica, la puesta en escena creo que es bastante acertada. Recoge muchos ambientes que logran meterte de lleno en la cinta y que a su vez sirven como refuerzos semánticos del tema que se está tratando. No tiene porque ser la cinta una lección de historia, aunque es obvio que la Edad Media no sólo era la brutalidad que vemos en la mayor parte de la película, sino que había mil cosas más y también alegrías.

El reparto de actores es bastante bueno, destacado Max Von Sydow y Björnstrand. Digamos que es una película con varios personajes fuertes que atrapan rápido al espectador. Los personajes tipo se suceden a lo largo del relato, así encontramos: el caballero de la duda, el de la razón, el visionario, la mujer pura, la mujer impura, el vividor, el bobo cornudo, el ladrón renegado, la mujer fiel que espera al marido que se fue a la guerra, la mujer que acepta y no reniega… Destacan también los nombres parlantes, como por ejemplo María y José (tendrá visiones), que aludiendo a la tradición bíblica serán los únicos que se salven cuando huyen con su hijo pequeño.

No podemos dejar de señalar el gran uso de la fotografía en blanco y negro de la mano de Gunnar Fischer, con escenas de gran valía artística como la del confesionario o el plano final de la Danza de la muerte. La música está a la altura, aunque no destaca por sí sola. En cuanto al montaje podríamos poner varios “peros”, sobre todo los que se desprenden de la secuencia del bosque, donde los fallos de raccord de luz son constantes, notándose en demasía las costuras de composición, y retrocediendo el tiempo de más oscuridad a menos, cuando debería por lógica ser al revés. Sí, aunque hubiera tormenta.

Dijimos anteriormente que la historia en sí es poco intrigante, pero se sustenta y cobra gran dinamismo y fuerza por la existencia de varias subtramas, que con un ritmo lento, nos van poco a poco golpeando con una agilidad de diálogos sobre la fe que se nos van clavando como alfileres de vudú, aunque ya los tengamos más que trillados. Esa es la magia del cine. Y de Bergman.

Como punto y final podríamos resumir diciendo que nos hallamos ante una película que es ya un hito de la historia del cine, cosa que ha conseguido por la buena armonización de los tópicos (no puedo dejar de pensar en Huizinga cada vez que la veo), por la profundidad del tema que trata (aunque la trama es floja), por los grandes diálogos, por la gran fotografía, por una creación soberbias de atmósferas y por las magníficas interpretaciones.

Y recordad: “El espíritu está pronto, pero la carne es débil”.

lunes, 28 de junio de 2010

Si bebes, no conduzas

“Si bebes, no conduzcas”, dicen por la televisión y la radio a todas horas. ¡Malditos mass media! Aquella noche me salvó la vida que el conductor del tanque fuera borracho. A mí, y a otros trescientos.

martes, 22 de junio de 2010

Homenaje a la bañera

¡Oh tú, mi bañera!,

Pariente arruinado del yacusi,

Modernismo de las termas romanas.

Eres un nido vivíparo

De aguas y espuma,

Un océano en zip comprimido,

Un mar de gel

Y olas de champú...

Te maltrato anegándote

Con mis impurezas,

Y si quito el pircing de goma

De tu Ombligo

Te desangras

sábado, 19 de junio de 2010

Plácido, Luis García Berlanga, 1961.

Es Plácido una de las obras cumbres del cine español de los años 60, pero a mi juicio queda lejos de ser una obra maestra indiscutible, como defienden muchos. El dúo Berlanga-Azcona nos deleita con un guión de un humor inteligentísimo, crítico y con ciertos tintes de surrealismo que logran pasar el colador de la censura como si fuese agua de mayo que se escurriese entre sus agujeros.

La historia es un retrato de la hipocresía de la España beata más pudiente. Todo comienza con una cabalgata de Nochebuena, en la que se exhiben para subasta, satíricamente, artistas secundarios del celuloide como si de estrellas de Hollywood se tratase. Junto a ellos, se incluyen viejos y pobres, que serán también paseados con el fin de darlos en adopción por tan entrañable noche, bajo el lema de “Siente un pobre a su mesa”. Con esa primera historia dará rienda suelta Berlanga a su ingenio para señalar con dedo índice la doble moralidad de la sociedad española de primer banco de misa y comunión diaria. La propia organizadora de la campaña es ridiculizada hasta el extremo, así como la obsesión española del guardar las apariencias.

El segundo filón de Berlanga lo abre Cassen con el personaje de Plácido (nombre parlante) y con su preocupación por pagarle una letra al banco y ser honrado. La sátira comienza cuando deja a su propio hermano como fianza, adornando la función con el ataque a los banqueros por su despiadado comportamiento. Todo ello está muy bien condimentado con la elección del día que es, Nochebuena, y con las constantes advertencias del personaje de López Vázquez de que en un día como tal el banco tiene piedad.

No se olvida tampoco Berlanga de dar puyadas a relaciones de amancebamiento, a galanes ridículos de cine, a novias un tanto sueltas, a locutores mentirosos, a anunciantes de ollas o a comerciantes explotadores. El tono y el estilo empleado es acertado, semejando en cierto modo el neorrealismo italiano, pero a la española. No obstante, a la película le falta algo de fuerza, hay demasiada confusión y barullo en algunas escenas, que adolecen de tensión y que no ofrecen nada en claro. Falta un pelín de chispa cómica en escenas centrales, como la del enfermo. El elemento de la letra de Plácido puede resultar excesivo o repetitivo, habría posiblemente que haberle dado otro matiz, más suspense o tensión, para haber redondeado una obra maestra.

El corrosivo humor negro sobrevuela también por el entierro que se cruza con la cabalgata, con el mordaz acercamiento de Plácido a decirle al recibidor de la letra que ya se la ha pagado, comprendiéndose en ese pasaje el miedo, la honradez, y la preocupación del protagonista del film.

Finalmente habría que señalar lo más logrado del film, la acción que se desprende del enfermo moribundo, al que casan en un acto descabellado para evitar el pecado, y al que no dudan en echar de su propia casa tras fallecer, siendo Plácido quién lo guíe hasta la morada de su nueva esposa, en la que celebrará entierro, noche de bodas y luna de miel de una misma atacada, coincidiendo, para mayor inri con su noche más mala y la Nochebuena.

En cuanto a lo técnico hay que rendirse frente al magnífico uso de la composición de escenas, sobre todo desde el punto de vista de la colocación y ubicación de los personajes. Podemos destacar ahí también el manejo de la profundidad de campo, creando en muchas ocasiones, sobre todo en la casa con el enfermo, varios puntos de interés y varios escenarios de acción, que connotan la realidad de los personajes. Destaca también el abundante uso del plano largo y con poco corte, ya que la escena va marcando el ritmo con su confusión, evitando así el aceleramiento que podrían darle los cortes rápidos.

En cuanto al elenco actoral podríamos decir que están a la altura de las circunstancias, López Vázquez y Cassen hacen bastante bien su papel, el resto de secundarios rayan en lo correcto, faltándole quizás mejores diálogos, como puede ser el caso de Agustín González o Aleixandre. Se echa quizás en falta un mejor dibujo de esos secundarios, ya que personajes como el de la hipócrita cristiana, el pueblerino que llega a la ciudad, el actor de cine… están demasiado estereotipados.

En resumidas cuentas, podríamos afirmar que estamos ante una obra de gran importancia en lo que al cine español se refiere. Una obra que retrata (porque Berlanga es el gran retratista) con la maestría habitual de su autor la hipocresía cristiana de la sociedad franquista española, usando para ello un estilo sobrio, con pinceladas de surrealismo, sátira e ironía. No olvida tampoco la creación de escenas secundarias perfectamente detalladas y medidas que ayudan a darle ese carácter de veracidad que ofrece el film. Todo ello ha permitido crear una de las obras magnas de los años 60, pero un tanto lejos de sus grandes obras, ya que Berlanga toca temas muy trillados (aunque no en España) y ya retratados por otros cineastas.

miércoles, 16 de junio de 2010

Ironías para la reflexión... y una flexión y otra flexión: abdominales.

Muchos de los que escribimos cuentos vivimos de las ayudas literarias de los políticos, que son los que verdaderamente viven hoy en día del cuento.

viernes, 11 de junio de 2010

La armada Brancaleone, Mario Monicelli, 1966. Italia

El maestro de la comedia a la Italiana, Mario Monicelli, nos ofrece en esta película una parodia histórica que nada ha envejecido 50 años después, y que será modelo para que otros directores parodien situaciones similares. Quizás pueda ser la alabada cinta de los Monty Python, Los caballeros de la mesa cuadrada, una secuela, por encima a nivel de diálogos de esta cinta, pero por debajo a nivel de película en general. Pero no vamos a abrir ahora ese debate.

La época parodiada por los tres guionistas (Monicelli, Age y Furio Scarpelli) se centra en la Edad Media y en sus tópicos fundamentales: la peste, las cruzadas, el honor del caballero, la virginidad, los saqueos, las justas... Vittorio Gassman hace el papel de un noble desterrado, Brancaleone, cuya forma de vida es la picaresca andante, pero que no deja de guardar férreamente los principios de alcurnia, como son la palabra dada y el espíritu guerrero. Carlo Pisacane encarna al judío negociante, tan odiado por el uso de la usura en aquellos tiempos, pero convertido aquí en un tierno anciano que para librarse de los peligros se mete en una especie de baúl andante en el que lleva sus mercancías. Terminan de integrar la armada Brancaleone, un campesino, un raterillo del tres al cuarto, un niño y otro noble exiliado interpretado por Gian Maria Volonté, cuyas escenas de lucha con Brancaleone son ya antológicas.

La historia comienza con un saqueo cómico a una aldea, en la que aparece un terrible caballero que mata a diestro y siniestro por muchas flechas que le clavan. Al final, y aprovechando su grave estado, los futuros integrantes de la armada Brancaleone logran vencerlo. Pensando que ha muerto le roban lo que resultarán ser unas escrituras de posesión de un feudo, al que se dirigen tras buscar a un noble que lo presida, Brancaleone. La trama está dispuesta a lo largo del camino y de las anécdotas que se suceden en él, desviando a menudo a los personajes de su itinerario natural en busca de un fin cómico concreto. El tópico del camino es una constante ya desde la propia Odisea, donde todos los sucesos se ensartan en esa disposición, siendo la llegada a dicho lugar el final de la trama.

La comicidad comienza en la propia parodia del saqueo de la aldea, tanto en la lucha como en el caballero invencible, sigue con la ridiculez en que queda Brancaleone en las justas, y se sublima con la lucha de los dos caballeros, que terminan por segar un campo de trigo a espadazos y cortar un árbol a hachazos mientras luchan. Posteriormente le tocará el turno a la parodia de la peste a causa de la codicia, pero serán salvados por un fanático monje que los recluta para las Cruzadas de Tierra Santa con la promesa de curarlos de la peste.

Motivo de las ironías de la pluma de los tres guionistas, y continuando con el desarrollo, serán también los maridos cornudos que quieren suicidarse, la mujer pícara que debe conservar su virginidad pero que no lo hace y lía más la trama, la decadencia de la nobleza bizantina y los gustos sexuales de una de las hijas del rey. Tampoco se olvida el film de traer a colación la desternillante y chapucera historia de la zoofilia amorosa entre el campesino y la osa. Es esta escena del oso lo más lamentable técnicamente del film, debido a un descompasado montaje donde se ven las costuras de hilado de poca consistencia. Pero bueno, era 1966.

Se resuelve el conflicto como cabría esperarse, con un plan de ingeniería fallido por parte de Bracaleone, en el que cae presa la armada, y con la llegada del terrible caballero al que creían muerto, que los salva de ser empalados. Como colofón aparece de nuevo el monje Zenón, que los salvará otra vez de la muerte y se los llevará a Tierra Santa.

La fotografía de Darío Di Palma es otro de los puntos fuertes de la película, para el recuerdo quedan alguno de los pasajes en fila india de la armada, el plano de debajo del puente o el plano de la fantástica elipsis en que se pasa a un invierno nevado. Terminan por apuntillar la calidad una acertada puesta en escena y una música de Carlo Rustichelli más que acertada y que no deja de rondarme en la memoria mucho tiempo después del visionado.

Como resumen baste decir que La armada Brancaleone es una de las grandes películas de la comedia italiana. Privilegia las situaciones y acciones ante los diálogos, que son pobres en ingenio, y adquiere su principal fuerza gracias a la buena composición y a las grandes actuaciones de su personajes. No descuida tampoco algunos detalles técnicos y la creación de ambientes, aunque quede para la antología de las chapuzas cinematográficas el mencionado montaje del oso.

Nota: 8/10

jueves, 10 de junio de 2010

Te quiero...

-Te quiero más que a mi nómima de funcionario -le dijo en el último arrebato de esperanza. Entonces, ella comprendió que era verdad, que siempre la había amado.

lunes, 7 de junio de 2010

En bandeja de plata, Billy Wilder, 1966

Era 1966 cuando cuatro de los mejores hombres que dio nunca la historia del cine coincidieron en una de las mejores comedias de todo los tiempos. Dos de ellos eran guionistas, Bily Wilder (también director) e I.A.L. Dianmond, y los otros dos actores, W.Matthau y J. Lemmon. La película se llamaba en Bandeja de plata, y es de esa misma forma en la que se va desarrollando la cinta, hasta impactar fuertemente en la memoria y el recuerdo del espectador.

Se narra en ella la historia de Harry Hinkle (Lemmon), un cameraman de medio pelo, un tanto ingenuo, al que un jugador de rugby le da accidentalmente un golpe que le produce una leve conmoción. De esa conmoción saldrá la trama, un engaño a las todopoderosas compañías de seguros, urdido por un abogado más sagaz que el diablo y “capaz de encontrar un cabo suelto en los Diez Mandamientos”, llamado Willie Gingrich, e interpretado por un W. Matthau en estado de gracia, que recibió por ello un merecido Óscar, además de un infarto en el rodaje.

La historia está planteada entre el drama y la comedia, alternando los gags más lúcidos y desvariados con una sarta de reflexiones críticas que le dan el trasfondo y la humanidad a la película. La tensión gira en torno a un gran eje (el descubrimiento del fraude), que podríamos dividir en dos sub-ejes, el uno marcado por los constantes intentos de abandono de la estafa por parte del personaje que interpreta Lemmon, que a pesar de todo es honrado, pero que sigue la treta con el fin de recuperar de nuevo el amor de su ex-mujer, que ha vuelto al barrunte del dólar. El otro sub-eje es la vigilancia a la que someten dos sabuesos detectives al aparente inválido, que serán descubiertos por el pícaro abogado encarnado por Matthau y a los que tenderá un señuelo que la compañía de seguro muerde tragándose el anzuelo.

Junto a la mujer despiadada e interesada y al abogado de las mismas mañas, introducen los dos guionistas un tercer personaje que aminora los gags y nos invita a la reflexión. Es el personaje de Boom Boom Jackson, el jugador de rugby que ha provocado el accidente y que se dará a la bebida, echando su carrera de estrella mediática por el precipicio, por el tormento que le ha provocado la paraplejia de Hinkle. Boom Boom, una especie de Beckham negro del rugby, es tan servicial y humano que le hace incluso de asistenta particular al herido. Como vemos, otra dosis de humor ácido, inteligente y corrosivo por parte de los dos guionistas, que contrasta con el humanismo servicial de Jackson. A pesar de todo esto, el personaje no termina de cuajar, siendo el punto flaco del film.

El film, como gran parte de la obra de Wilder, no deja espacios vacíos, casi todas las escenas de personajes secundarios están cargadas de sus ya habituales señas de identidad: el dentista que lo seda, el médico alemán que declara el fraude, los trabajadores del equipo de rugby que están con las camisetas, el médico que habla de lo que ha encontrado dentro del paciente… es quizás en las sub- tramas esenciales de la mujer y Boom cuando más fuerza pierde la narración. Esto puede explicarse porque la aceleración baja demasiado, sin trances, y vuelve a subir de golpe para volver a bajar.

Como resolución de la historia, una fuerte carga humana, el personaje de Lemmon se rebela contra el detective y le propina un golpe por insultar con improperios racistas a su único amigo, Boom Boom. La amistad ha vencido al dinero, pero no ha sido gratuitamente, sino que perderá la indemnización porque se ha levantado de la silla de ruedas con la argucia planteada por el detective, acarreando también la huída de una ex-mujer que no quiere estar con un marido pobre. El personaje de Matthau, pierde todo después de ganado, pero inmediatamente lanza su sagacidad para interponer nuevas querellas y sacar algo de beneficio.

Como finalización diré que lo que menos me gusta es el montaje, por lo sugerido de los cambios de ritmo, que la música está correcta, y que si tuviera que destacar algún cuadro compositivo (en todos los aspectos) éste sería el de la revisión médica, donde apreciamos gran parte de las señas de autor que hacen a una obra de Wilder genial e inequívoca.

Soneto a un viejo que me quiso matar por acostarme con su mujer de 20 años

Soneto a un viejo que me quiso matar por acostarme con su mujer de 20 años

Tu cabeza es un cuerpo de camello

Y ya sé que joroba, dromedario,

Chepa pegada a un hombre octogenario

Al que le crece el cuerno y no el cabello.


La Parca, de luces, te apunta al cuello

Y tú le firmas otro talonario

A la Afrodita del beso bancario

Que le afila la punta al descabello.


Mientras más joyas le regalas, ciervo,

Más hermosa llega Bambi de Troya

Al lecho donde lecha con mi verbo.


Por tanto, mejor compra, viejo cuervo,

Dientes postizos con que comer olla

Pues la polla no levanta tu rima.


sábado, 5 de junio de 2010

Los inútiles, Federico Fellini, 1953

Los inútiles es una película que se encuadra en el neorrealismo italiano, un estilo particular de hacer cine que se inaugura en 1945 con la archiconocida obra de Rossellini, Roma Ciudad Abierta, en la que Fellini colaboró como guionista. Los inútiles se impregna de algunas de las características fundamentales del neorrealismo, como el interés por lo real, por el drama cotidiano de la Italia de la época, por el rodaje en exteriores, por los doblajes... Fellini es de momento, en esta su tercera película como director, menos artificioso de lo que será en futuras obras, pero apuntala gran parte de la temática personal que ha de sucederse.

Los inútiles cuenta con sencillez y descaro la historia de una parte de la juventud italiana. Cuatro puede decirse que son los personajes en torno a los que se articula la narración. Mediante ellos y su vida de ocio y taberna nos despieza Fellini el drama profundo de la juventud italiana. En primer lugar encontramos a Franco Fabrizi, que encarna a un treintañero que vaga sin rumbo por la vida sin más interés que la conquista femenina a toda costa. Su personaje encarna la amoralidad, la desfachatez, el descaro… es un personaje cobarde que intenta huir tras enterarse de que ha dejado embarazada a una novia de la que no está enamorado. Por suerte, la autoridad paterna, que representa la clase tradicional y trabajadora, se lo impedirá y lo obligará a casarse con una mujer a quién no ama ni respeta, y a la que hará una infeliz.

Como segundo punto fuerte del relato nos encontramos con el drama de la familia de Alberto, interpretado por Alberto Sordi. Alberto es otro vago, tampoco trabaja ni tiene intención de ello, aunque cuando se emborracha en la fiesta de carnaval sale a flote su vena más sentimentalista, y manifiesta a voces que quiera casarse y trabajar. No obstante, cuando se le pasa la melopea vuelve de nuevo a sus andanzas, y se ríe incluso de los obreros.

Olga (Claude Farell), la hermana de Alberto, es la encargada de mantener a flote la casa con su trabajo. Un día, quizás cansada del hermano y presa del amor, huye. Su huída podría representar un escape del mundo fútil que le rodea hacia otro con más esperanzas. Pero lejos de eso, creo que representa mejor un retroceso, porque su huída es con un hombre casado y con hijos, un chulo, que no es más que la proyección futura de un Fausto Moretti (F. Fabrizi).

Moraldo representa quizás la verdadera esperanza, es un joven ingenuo al que la compañía de sus amigos ha llevado por la mala vida. Sobre todo la de su cuñado Moretti. Se debate entre la lealtad de amigo y el deber familiar. Al final de la película se da cuenta de que vive en un engaño, de que no puede seguir en esa vida y decide marcharse lejos, como dándole un atisbo de brotes verdes a la juventud Italiana, aunque no podemos olvidar, que como ellos, marcha sin rumbo, a la deriva.

Leopoldo es el intelectual del grupo. Vive con sus tías y se dedica a escribir por las noches y espera con gran parsimonia el éxito, que parece que le llega tras conocer al gran actor y director Giudizio, que se asombra con su obra y la alaba, pero del que huye porque no se fía. Es quizás el cierre de este personaje una metáfora, un escritor que huye del director por miedo a que le haga daño, a que lo lance al mar, intuyéndose ya en esa escena la vena onírica en la que derivará después el director italiano.

Agranda la trama la magnífica música de otro histórico, Nino Rota, y una cámara que se mueve ágil mostrándonos la cotidianidad de los personajes, consiguiendo gran valía artística a la hora de realizar alguno de los encuadres del grupo de amigos. También pueden señalarse el final de la cinta, con los travelling de las habitaciones en que duermen los amigos de un Moraldo que huye, y cuyo montaje frenético con los sonidos del tren aumentando la intensidad recuerdan a Einsentein en el Acorazado Potenkin.

Quedan también para el recuerdo los paseos por la noche de los jóvenes, que sin duda influyeron en Barden a la hora de poner en escena Calle mayor, y una voz en off que no se sabe muy bien a quién representa, quizás a un narrador externo que podría identificarse con las propias vivencias de Fellini, que tiene un poco de cada personaje. Esa voz en off calará hondo también en otro español, Berlanga, que un su película Bienvenido Mr Marshall plasmará en parecida forma la manera de terminar el día y de irse a la cama de los personajes. El ambiente carnavalesco y la mascarada será otra constante futura del cine fellinesco, que en esta cinta ha cumplido la mayoría de edad.

Como punto y final a nuestra crítica hemos de señalar que el film no ofrece soluciones, sólo muestra, abandonando a los personajes tras el relato, dejándolos a la deriva en una Italia en la que se vislumbran esperanzas, pero en la que también raya en el horizonte un futuro incierto.

Valoración personal: 8,5 sobre 10.

viernes, 4 de junio de 2010

Vive como quieras, Frank Capra, 1938

Muy pocas veces he sentido con ningún film lo que un día sentí con Vive como quieras (You Can't Take it With You), de Frank Capra. Aún me cuesta digerir que esta película tenga más de 70 años. Parece como si desde entonces hubiera estado conservándose en barricas de roble, para que con el devenir de los años, al abrirla, vertiera aún el aroma fresco del primer año de cosecha. O quizás, sea el señor Poppins quien desde dentro la mantiene fresca, poniendo ahora un conejito por aquí o un sonido de harmónica por allá.

La historia es un canto, una utopía a la felicidad, al ser humano, a su libertad. Capra es quizás el mejor contador de cuentos que ha dado nunca Hollywood. Y su especialidad son los de argumentos aparentemente pastelosos, que no se sabe bien porqué mecanismo o receta mágica convierte él en tartas nupciales. Sus finales se suelen adivinar desde los primeros minutos de sus películas, pero hay un algo que te mantiene pegado a la butaca, y que al final del film te hace pensar y te sorprende. Todo era quizás como lo esperabas, pero totalmente diferente. Esa es la magia del cuentacuentos.

Vive como quieras es una adaptación de la obra del mismo nombre, escrita por George S. Kaufman y Moss Hartcuenta, y que había sido galardonado con el Pulitzer. En ella nos narra Capra la típica historia de amor entre chico rico (James Stewart) y chica humilde (Jean Arthur), con el antiguo problema de la oposición de las familias por pertenecer a distintas clases sociales. A su vez, las dos familias tienen una pugna por la casa en la que habita la familia de la chica humilde, Alice Sycamore, que es la única que les falta por comprar al todopoderoso imperio de los Kirby, familia a la que pertenece el chico rico, Tony Kirby. Tras la accidentada presentación de las familias acabarán todos en los calabozos, y el señor Kirby padre, interpretado magníficamente por Edward Arnold, comenzará poco a poco a reflexionar sobre su vida y su riqueza. A su vez, Alice ha abandonado la casa y se ha marchado lejos para olvidar las afrentas recibidas, dando al traste con las esperanzas de un Tony Kirby que a punto está de desistir, sobre todo tras la venta de la casa por parte de la familia Sycamore. Al final, la historia termina con el consabido final feliz, y el maestro Capra nos ofrece un dúo de harmónicas como colofón de gran maestría, como unión de dos tipos de mundo distintos, aunque más que unión es la claudicación del rico y su despiadado mundo de intereses y traiciones ante el mundo de felicidad y amistad del pobre.

El triunfo y la grandeza de esta película se debe a su peculiar historia, sobre todo a la creación de personajes pintorescos con gran simpatía y fuerza, de los que no dudo que si los viera Cervantes diría que más que personajes son “retablos”. La oposición de los contrarios está bien planteada, y aunque es un planteamiento milenario de creación de tensiones sigue siendo eficaz para cualquier tipo de narración.

Pero lo que sostiene de verdad la narración es la actuación de los personajes. Esta película en manos de otros actores no sería la misma. El abuelo Vanderhof, interpretado a las mil maravillas por Lionel Barrymore, del que Orson Welles afirmaba que era el mejor actor de Hollywood, se come literalmente la pantalla y nos mantiene sin parpadear cada vez que habla, o que lapida. Jean Arthur está también sensacional y aunque sus diálogos no son brillantes, sus gestos sí. Stewart también tiene un personaje bien logrado, que se debate entre el deber de la tradición y su propia felicidad, a la par que soluciona su aspecto de tonturrón con unos diálogos de humor e ironía bien conseguidos. Como último puntal principal estaría Edward Arnold (Anthony P. Kirby), que sin apenas mediar palabras logra transmitirnos el alma y el interior de ese personaje, al que ha moldeado una férrea tradición y un despiadado capitalismo a su antojo.

El plantel lo cierran unos secundarios espléndidos que hacen “cosas”, como por ejemplo cohetes en los sótanos, dulces de amor en la cocina, o escribir obras literarias simplemente porque un día trajeron una máquina de escribir por equivocación, sin olvidar tampoco las escenas de lucha que protagoniza el ruso Kolenkhov (Micha Auer).

La música es otro fuerte de la película, sobre todo en la escena final de la harmónica, que raya en lo sublime, tanto por el clímax que consigue como por la adecuación de la melodía al ritmo de la película.

El mensaje que nos envía Capra, aunque profundo, es bastante explícito y denotativo, como lo requiere el caso. Y viene a decir: vive como quieras, sé feliz, haz lo que en realidad te gusta… Entre sus fotogramas se hace una crítica ácida a la sociedad capitalista, a la riqueza, al sinsentido de acumular y acumular, a la avaricia, al egoísmo, a la guerra, al Estado… y se resaltan valores como la amistad, la libertad y la felicidad. Sí, es una utopía, pero para eso se inventó el cuento y el cine, para poder vivir por instantes, mediante la empatía, ese mundo tan irreal y tan fantástico al que no podemos aspirar en la dura cotidianidad en la que hemos convertido nuestra existencia.

Como punto final diré que cada vez que veo algo del maestro Siciliano (aunque naturalizado americano) siento como una fuerte comunión con la humanidad, como si algo en el interior me hiciera creer aún, y a pesar de dos guerras mundiales, en el futuro del hombre, en la colectividad. Además, aflora algo misterioso en mi interior (también me lo han comentado más personas) que muy pocas películas han conseguido: me entran ganas de hacer el bien y ser mejor persona. Sin duda, cuando pasa esto, podemos decir que nos hallamos ante una obra maestra.

jueves, 3 de junio de 2010

Nosotros, los pobres (México 1948). Ismael Rodríguez

Ismael Rodríguez nos presenta en Nosotros, los pobres, el colmo del melodrama, como si pareciera no haber tenido bastante con realizar el año anterior la mediocre cuando Lloran los valientes.

El realismo más patético del XIX se ve de nuevo resucitado, pero esta vez en México y con el galán de los galanes mexicanos, Pedro Infante. No es este el Ismael Rodríguez de las grandes obras, como pueden ser Los Hermanos del Hierro o El hombre de papel, sino el Ismael que juega con las historias más crueles y despiadadas para sobrecoger e impresionar al espectador con el recurso fácil. Es verdad que es un director del drama y el melodrama, pero cada vez que se empeña en complicar los argumentos e hilar mil piezas diferentes se le rompe el puzle.
No hay ninguna duda de su talento en la dirección de actores o incluso en la técnica, aunque pueda echarse en falta mayor ritmo en la primera hora de película. Por el contrario, de la segunda hora hasta el final el ritmo y las aventuras son mucho más aceleradas y la trama da giros y giros sobre sí misma, olvidándose de cerrar personajes como por ejemplo el viejo que les roba el dinero o las borrachas, que pienso que están desaprovechadas y que podían haber aportado más al guión. Nada más ver los personajes de las borracheras se me vino a la cabeza J. Ford, pero Rodríguez no les sigue el pulso, y las deja como perdidas.

Ismael Rodríguez nos habla en el film de un México de verdad, de un México en el que los Pepe “El toro”, las chachitas, las borrachas, las charreras, etc. se podían encontrar en cualquier barrio humilde a lo largo y ancho del país, aunque claro está, que no en historias tan enrevesadas. También pienso que en las escenas que podríamos tildar de críticas, como puede ser la del saqueo de la casa a ojos de Chachita y en ausencia de Pepe, prevalece más el impacto que pueda provocar en el público que el propio interés crítico, como pone de manifiesto el desposeer a la abuela paralítica del sillón en el que vive. Digamos que la crítica es más bien descafeinada, casi tila, y que la verdadera cafeína del film está en el tormento del drama.

Al igual que dije en Cuando lloran los valientes, pienso que el personaje de Pedro Infante no está del todo aprovechado, y que el equívoco está en privilegiar a la historia por encima del personaje, error que no comete en Los Hermanos del Hierro o en El Hombre de papel, donde historia y personaje se espolean mutuamente. Aquí, la historia empuja demasiado fuerte al personaje, casi sin dejarlo que se vaya agarrando a los arbustos que están al filo del precipicio. Es quizás ese el fallo más grave, pues a mi parecer el melodrama requiere para ser del todo creíble de una mayor fuerza del personaje que de la historia (tampoco siempre), sólo de esa forma podrán justificarse las acciones más descabelladas y rocambolescas. Pienso por ejemplo en Charlot o en personajes de Capra, donde son ellos los que llevan el peso fuerte de la narración. El resto del elenco, Chachita aparte por tener gran fuerza, tampoco es demasiado reseñable en las interpretaciones, y si destacan es más por el drama que les ha tocado desempeñar que por sus propias actuaciones.

Si resumimos un poco la historia vemos enseguida que entre sus fotogramas se encuentran casi todos los individuos patéticos y personajes tipo que sostendrán con el discurrir de los días los culebrones y telenovelas a las que tan aficionadas son las amas de casa en tardes de ocio y largas siestas. Es en ese aspecto una mina para futuros guionistas.

Así, nos encontramos desde los primeros fotogramas con el machito rompecorazones que se mantiene fiel al amor de una mujer a pesar de las apariencias, siendo además hombre justo, bueno… A continuación hay una hija que cree que su madre está muerta, pero no lo está. Por los entresijos del film aparece, a su vez, la supuesta madre con ansias de perdón, que será perdonada y reconocida como madre al final del film, tras el oportuno arrepentimiento. No falta tampoco la vieja enferma que no puede valerse por sí mismo y que sabe alguna verdad que es importante para la trama, pero que al no poder hablar no la puede decir. Uno de los malos de la cinta intentará matarla porque ella es la única testigo del robo que le ha hecho a una pobre niña. Para colmo, el hombre justo y buen padre, que resultará no ser el padre, es encarcelado por un crimen que no cometió, y casi pierde la vida al intentar demostrar su inocencia ante el verdadero criminal. Tampoco falta la novia guapa y fiel capaz de lo que sea por salvar al hombre que ama. Ésta, a su vez, es requerida por el rico de turno, que tiene estudios de abogado, condena al novio, y la persigue en un coche de lujo hasta verse rechazado. No obstante, ella irá luego a rogarle e incluso le insinuará un falso amor. No faltan tampoco los brindis de viejas borrachas, las esquinas con ciegos, los ladrones de mujeres viejas y adineradas, los raterillos del tres al cuarto con buen corazón o los nuevos ricos que ignoran lo que fueron. Lo que también es digno de elogio melodramático, casi culmen de lo exagerado, es el final a muerte doble, tras el oportuno reconocimiento de una hija que llega por desesperación a llamar a una enfermera a una sala contigua, dónde agoniza su verdadera madre.

Como colofón sólo me queda añadir que a pesar de lo dicho, sigue siendo una película que tiene algo, y que más de 60 años después puede seguir viéndose para pasar una buena tarde disfrutando de la que es ya una película mítica de la edad dorada del cine mexicano, muy por encima de la media de las películas que se hacen en nuestros tan críticos tiempos.

P.S.: Si no les gusta el argumento siempre podrán consolarse con el otro interés de la película, ver cantar alguna que otra cancioncilla al maestro Don Pedro Infante, porque en aquella época no se había expandido aún el tocadisco, ni existían tampoco los cassettes, y el tener un cantante de protagonista de la talla de Infante le añadía un plus comercial al film para atracción del público.

martes, 1 de junio de 2010

Cuando lloran los valientes (Ismael Rodríguez, México 1947)

El tiempo parece no haber perdonado al mediocre film de Ismael Rodríguez, Cuando Lloran los valientes. Y perdónenme si hablo de mediocre, pero una cinta con las carencias de ésta y viniendo de la mano de quien viene, uno de los 3 o 4 mejores directores del cine mexicano de todos los tiempos, merece catalogarse de esta manera.

Narra Rodríguez una historia legendaria, del Robin Hood mexicano, Agapito Treviño, más conocido como Caballo Blanco, por montar siempre un caballo de dicho color. Interpreta el papel el gran Pedro Infante, que en este film está simplemente pasable. Su personaje parece no tener la fuerza suficiente, no tiene diálogos acertados y no acaba de meternos del todo en la historia. La película juega con la leyenda verdadera y la falsea, y es quizás ahí donde mete la pata y pierde la fuerza.

Treviño es un personaje demasiado bueno, chulesco, pero el descaro que pone de manifiesto podría haberse engordado y realzado para haber ido empujándonos al desenlace de diferente manera. El drama que se plantea es demasiado patético y muy forzado: un padre de profesión general que confía en su hijo, militar también, y que se verá traicionado por éste con la posterior réplica del padre de condenarlo a la muerte. El carácter militar se impone al humano, el deber a lo racional. De por medio nos encontramos con Agapito Treviño, que es el hijo ignorado del general Arteche y por tanto hermano del traidor. Agapito también será mandado a fusilar por su padre. Entre medio discurren las historias de amor de Agapito, por una parte con su hermanastra y por otra con la mujer que de verdad ama. Como ven, el drama está sobredimensionado y toda la historia parece poco creíble y esperable, debido a que los acontecimientos son guiados para que los dos hijos sean fusilados por el padre y triunfe el amor. La mayoría de los personajes corresponden a personajes tipo ya explotados (el hermano cobarde, la buena madre con el hijo, la mujer que espera, la hermanastra enamorada, el bandido que comete buenas obras, el general férreo...)

Nada hay de sorpresivo, todo es esperable desde los primeros compases del film, a excepción quizás de la muerte de Cristina (Blanca Estela Pavón) o la tergiversación de la muerte de Caballo Blanco en medio de la plaza, que termina el film sin ser fusilado, aunque la leyenda cuenta que sí lo fue, concretamente en la plaza de Roma, en Texas.

Como conclusión me gustaría decir que Ismael Rodríguez ha errado en lo más sencillo, la exageración del mito, recurriendo al dramatismo desmedido conseguido por la alternancia de una serie de personajes que al final concluyen en una misma historia. Habría sido quizás más productivo centrarse sólo en Agapito Treviño bandolero que roba a los ricos para dárselo a los pobres, que ama, y que será injustamente juzgado por hacer el bien. La rumorología sobre Agapito es tan amplia que sólo con basarse en el anecdotario podría construirse una obra más sólida. Tampoco Pedro Infante me cuadra como Caballo Blanco, pero puede deberse a la flojedad de su guión, más que a su interpretación, que es simplemente de aprobado, enfocada más al gancho de la atracción del público en busca de su voz, que a la atracción de su maestría interpretativa.

La vida alrededor (Fernando Fernán-Gómez, 1959)

Fernán Gómez plantea en La vida alrededor una comedia de guión inteligente, dirigida con talentosa mano y con un elenco actoral en el que quedará para el recuerdo la primera intervención del gran Manolo Morán, en el papel de un delincuente que se sabe el Código Penal mejor que los abogados y jueces juntos. Fernán-Gómez está sensacional, como casi siempre, y el resto de actores en un nivel correcto. Quizás las dos mujeres entre las que se debate el protagonista sean los papeles más flojos del film. No lo hacen mal, pero me da la sensación de que les falta un poco de fuerza.

La historia cuenta, a golpe de gags, unos años de la vida de Don Antonio (F. Gómez), un abogadillo sin carácter al que le gusta mirar a las mujeres y que tiene que emplearse en múltiples profesiones para poder sacar a su familia adelante. El chollo aparente le llega el día en que el Señor Piñeiro le cede su cartera de lo criminal y tiene la oportunidad de defender a un ex-delincuente que se ha reformado y que ahora es inocente.

La historia arranca con fuerza, y después de que los créditos de la película aparezcan en el diario franquista Arriba, comenzará una crítica leve pero sagaz a gran parte de la sociedad española de aquellos tiempos. Entre las pinceladas de humor inteligente está la crítica al consumismo vano, a la justicia, a la familia, a los familiares, a los negociantes turbios, a los delincuentes de guante blanco, a los charlatanes, a la psicología, a los periodistas...

La película utiliza desde la tercera escena el recurso de romper la cuarta pared para dirigirse al espectador y meterlo de lleno en la película, al igual que si fuéramos la criada a los albañiles que se pasan el día rondando por la casa de los protagonistas, en familia. Este recurso alcanzará su punto culmen en las maravillosas escenas en que los familiares hablan sobre Antonio, cada uno desde su particular punto de vista, en el que podemos destacar la escena de Antonio-gangster y Antonio-seductor.

La socarronería que Fernán Gómez usa con la psicología es otro de los aciertos del film, sobre todo cuando la mujer lo hipnotiza y le saca su vida amorosa, argumento que dará pie a la resolución del film, ya que tras la hipnosis Antonio sólo puede decir la verdad, y al día siguiente tiene el juicio decisivo que ha de marcar su futuro, al cual se presenta diciendo sólo la verdad, cosa que le arruinará la carrera porque tira en su hipnosis de una manta de la que van quedando al descubierto todos los mafiosos que rodean al acusado.

La escena del juicio es de gran categoría, pero quizás hubiera hecho falta una segunda parte con mayores argumentos retóricos, cosa que se evita y re resuelve a base de movimientos de cámara con gestualidad y silenciamiento, donde el ritmo que debería haber llevado el discurso oral lo sostienen los frenéticos cambios de plano, la música y los efectos de sonido.

El final o doble final también es redondo, por una parte el tópico del final feliz con la reconciliación, magníficamente resuelto en la escena del escaparate (-Josefina, cuando te marches enfadada párate en todos los escaparates.- y tú Antonio, mira a todas las mujeres), y por otra el crítico y despiadado de las 14 querellas que le caen por haber dicho la verdad.