–Venga, a la cama, que ya es tarde. Hoy voy a contarte el cuento de Caperucita Roja, o si prefieres el de Cenicienta.
–Los dos, los dos. Cuéntame los dos –respondía él ilusionado, babeante.
–Bueno, si aguantas sin dormirte te los cuento –decía ella con ternura, pasándole la mano por la frente.
–Empieza, empieza… –añadía impaciente, quimérico.
Lo malo de la historia era que no era su madre, sino su hija. Y él, el mejor escritor de cuentos del siglo XX. ¡Maldito Alzheimer!
Mi tia tiene alzheimer, y es muy triste...
ResponderEliminarUnbeso