Era la primera vez que le era infiel a su mujer. En 30 años de matrimonio.
–Seguro que se entera. Veras como lo nota. Es un lince para estas cosas –se iba diciendo compungido y nervioso mientras pensaba en su esposa– ¿Por qué lo he hecho?, ¿Cómo he sido tan canalla? He perdido a mi mujer, he destrozado mi matrimonio.
Al abrirle su mujer la puerta de casa no dio crédito a lo que vieron sus ojos: su mujer estaba llorando.
–Soy un canalla–se dijo para sus adentros– Es mejor que confiese antes de que ella comience con su sarta de insultos y reproches. Lo mismo así salvo el matrimonio.
Durante cinco minutos habló injuriándose, arrepintiéndose. Las lágrimas de ella comenzaron a brotar más rápidamente, aunque ahora no eran por la cebolla.
El auténtico enemigo es siempre SIEMPRE uno mismo. Uno mismo y sus remordimientos*
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