Castigo de la palabras

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martes, 1 de junio de 2010

Cuando lloran los valientes (Ismael Rodríguez, México 1947)

El tiempo parece no haber perdonado al mediocre film de Ismael Rodríguez, Cuando Lloran los valientes. Y perdónenme si hablo de mediocre, pero una cinta con las carencias de ésta y viniendo de la mano de quien viene, uno de los 3 o 4 mejores directores del cine mexicano de todos los tiempos, merece catalogarse de esta manera.

Narra Rodríguez una historia legendaria, del Robin Hood mexicano, Agapito Treviño, más conocido como Caballo Blanco, por montar siempre un caballo de dicho color. Interpreta el papel el gran Pedro Infante, que en este film está simplemente pasable. Su personaje parece no tener la fuerza suficiente, no tiene diálogos acertados y no acaba de meternos del todo en la historia. La película juega con la leyenda verdadera y la falsea, y es quizás ahí donde mete la pata y pierde la fuerza.

Treviño es un personaje demasiado bueno, chulesco, pero el descaro que pone de manifiesto podría haberse engordado y realzado para haber ido empujándonos al desenlace de diferente manera. El drama que se plantea es demasiado patético y muy forzado: un padre de profesión general que confía en su hijo, militar también, y que se verá traicionado por éste con la posterior réplica del padre de condenarlo a la muerte. El carácter militar se impone al humano, el deber a lo racional. De por medio nos encontramos con Agapito Treviño, que es el hijo ignorado del general Arteche y por tanto hermano del traidor. Agapito también será mandado a fusilar por su padre. Entre medio discurren las historias de amor de Agapito, por una parte con su hermanastra y por otra con la mujer que de verdad ama. Como ven, el drama está sobredimensionado y toda la historia parece poco creíble y esperable, debido a que los acontecimientos son guiados para que los dos hijos sean fusilados por el padre y triunfe el amor. La mayoría de los personajes corresponden a personajes tipo ya explotados (el hermano cobarde, la buena madre con el hijo, la mujer que espera, la hermanastra enamorada, el bandido que comete buenas obras, el general férreo...)

Nada hay de sorpresivo, todo es esperable desde los primeros compases del film, a excepción quizás de la muerte de Cristina (Blanca Estela Pavón) o la tergiversación de la muerte de Caballo Blanco en medio de la plaza, que termina el film sin ser fusilado, aunque la leyenda cuenta que sí lo fue, concretamente en la plaza de Roma, en Texas.

Como conclusión me gustaría decir que Ismael Rodríguez ha errado en lo más sencillo, la exageración del mito, recurriendo al dramatismo desmedido conseguido por la alternancia de una serie de personajes que al final concluyen en una misma historia. Habría sido quizás más productivo centrarse sólo en Agapito Treviño bandolero que roba a los ricos para dárselo a los pobres, que ama, y que será injustamente juzgado por hacer el bien. La rumorología sobre Agapito es tan amplia que sólo con basarse en el anecdotario podría construirse una obra más sólida. Tampoco Pedro Infante me cuadra como Caballo Blanco, pero puede deberse a la flojedad de su guión, más que a su interpretación, que es simplemente de aprobado, enfocada más al gancho de la atracción del público en busca de su voz, que a la atracción de su maestría interpretativa.

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