Castigo de la palabras

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lunes, 7 de junio de 2010

En bandeja de plata, Billy Wilder, 1966

Era 1966 cuando cuatro de los mejores hombres que dio nunca la historia del cine coincidieron en una de las mejores comedias de todo los tiempos. Dos de ellos eran guionistas, Bily Wilder (también director) e I.A.L. Dianmond, y los otros dos actores, W.Matthau y J. Lemmon. La película se llamaba en Bandeja de plata, y es de esa misma forma en la que se va desarrollando la cinta, hasta impactar fuertemente en la memoria y el recuerdo del espectador.

Se narra en ella la historia de Harry Hinkle (Lemmon), un cameraman de medio pelo, un tanto ingenuo, al que un jugador de rugby le da accidentalmente un golpe que le produce una leve conmoción. De esa conmoción saldrá la trama, un engaño a las todopoderosas compañías de seguros, urdido por un abogado más sagaz que el diablo y “capaz de encontrar un cabo suelto en los Diez Mandamientos”, llamado Willie Gingrich, e interpretado por un W. Matthau en estado de gracia, que recibió por ello un merecido Óscar, además de un infarto en el rodaje.

La historia está planteada entre el drama y la comedia, alternando los gags más lúcidos y desvariados con una sarta de reflexiones críticas que le dan el trasfondo y la humanidad a la película. La tensión gira en torno a un gran eje (el descubrimiento del fraude), que podríamos dividir en dos sub-ejes, el uno marcado por los constantes intentos de abandono de la estafa por parte del personaje que interpreta Lemmon, que a pesar de todo es honrado, pero que sigue la treta con el fin de recuperar de nuevo el amor de su ex-mujer, que ha vuelto al barrunte del dólar. El otro sub-eje es la vigilancia a la que someten dos sabuesos detectives al aparente inválido, que serán descubiertos por el pícaro abogado encarnado por Matthau y a los que tenderá un señuelo que la compañía de seguro muerde tragándose el anzuelo.

Junto a la mujer despiadada e interesada y al abogado de las mismas mañas, introducen los dos guionistas un tercer personaje que aminora los gags y nos invita a la reflexión. Es el personaje de Boom Boom Jackson, el jugador de rugby que ha provocado el accidente y que se dará a la bebida, echando su carrera de estrella mediática por el precipicio, por el tormento que le ha provocado la paraplejia de Hinkle. Boom Boom, una especie de Beckham negro del rugby, es tan servicial y humano que le hace incluso de asistenta particular al herido. Como vemos, otra dosis de humor ácido, inteligente y corrosivo por parte de los dos guionistas, que contrasta con el humanismo servicial de Jackson. A pesar de todo esto, el personaje no termina de cuajar, siendo el punto flaco del film.

El film, como gran parte de la obra de Wilder, no deja espacios vacíos, casi todas las escenas de personajes secundarios están cargadas de sus ya habituales señas de identidad: el dentista que lo seda, el médico alemán que declara el fraude, los trabajadores del equipo de rugby que están con las camisetas, el médico que habla de lo que ha encontrado dentro del paciente… es quizás en las sub- tramas esenciales de la mujer y Boom cuando más fuerza pierde la narración. Esto puede explicarse porque la aceleración baja demasiado, sin trances, y vuelve a subir de golpe para volver a bajar.

Como resolución de la historia, una fuerte carga humana, el personaje de Lemmon se rebela contra el detective y le propina un golpe por insultar con improperios racistas a su único amigo, Boom Boom. La amistad ha vencido al dinero, pero no ha sido gratuitamente, sino que perderá la indemnización porque se ha levantado de la silla de ruedas con la argucia planteada por el detective, acarreando también la huída de una ex-mujer que no quiere estar con un marido pobre. El personaje de Matthau, pierde todo después de ganado, pero inmediatamente lanza su sagacidad para interponer nuevas querellas y sacar algo de beneficio.

Como finalización diré que lo que menos me gusta es el montaje, por lo sugerido de los cambios de ritmo, que la música está correcta, y que si tuviera que destacar algún cuadro compositivo (en todos los aspectos) éste sería el de la revisión médica, donde apreciamos gran parte de las señas de autor que hacen a una obra de Wilder genial e inequívoca.

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