Castigo de la palabras

Bienvenidos al Castigo de la palabras, Blog personal de Pedro J. Moriche Hermoso

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sábado, 5 de junio de 2010

Los inútiles, Federico Fellini, 1953

Los inútiles es una película que se encuadra en el neorrealismo italiano, un estilo particular de hacer cine que se inaugura en 1945 con la archiconocida obra de Rossellini, Roma Ciudad Abierta, en la que Fellini colaboró como guionista. Los inútiles se impregna de algunas de las características fundamentales del neorrealismo, como el interés por lo real, por el drama cotidiano de la Italia de la época, por el rodaje en exteriores, por los doblajes... Fellini es de momento, en esta su tercera película como director, menos artificioso de lo que será en futuras obras, pero apuntala gran parte de la temática personal que ha de sucederse.

Los inútiles cuenta con sencillez y descaro la historia de una parte de la juventud italiana. Cuatro puede decirse que son los personajes en torno a los que se articula la narración. Mediante ellos y su vida de ocio y taberna nos despieza Fellini el drama profundo de la juventud italiana. En primer lugar encontramos a Franco Fabrizi, que encarna a un treintañero que vaga sin rumbo por la vida sin más interés que la conquista femenina a toda costa. Su personaje encarna la amoralidad, la desfachatez, el descaro… es un personaje cobarde que intenta huir tras enterarse de que ha dejado embarazada a una novia de la que no está enamorado. Por suerte, la autoridad paterna, que representa la clase tradicional y trabajadora, se lo impedirá y lo obligará a casarse con una mujer a quién no ama ni respeta, y a la que hará una infeliz.

Como segundo punto fuerte del relato nos encontramos con el drama de la familia de Alberto, interpretado por Alberto Sordi. Alberto es otro vago, tampoco trabaja ni tiene intención de ello, aunque cuando se emborracha en la fiesta de carnaval sale a flote su vena más sentimentalista, y manifiesta a voces que quiera casarse y trabajar. No obstante, cuando se le pasa la melopea vuelve de nuevo a sus andanzas, y se ríe incluso de los obreros.

Olga (Claude Farell), la hermana de Alberto, es la encargada de mantener a flote la casa con su trabajo. Un día, quizás cansada del hermano y presa del amor, huye. Su huída podría representar un escape del mundo fútil que le rodea hacia otro con más esperanzas. Pero lejos de eso, creo que representa mejor un retroceso, porque su huída es con un hombre casado y con hijos, un chulo, que no es más que la proyección futura de un Fausto Moretti (F. Fabrizi).

Moraldo representa quizás la verdadera esperanza, es un joven ingenuo al que la compañía de sus amigos ha llevado por la mala vida. Sobre todo la de su cuñado Moretti. Se debate entre la lealtad de amigo y el deber familiar. Al final de la película se da cuenta de que vive en un engaño, de que no puede seguir en esa vida y decide marcharse lejos, como dándole un atisbo de brotes verdes a la juventud Italiana, aunque no podemos olvidar, que como ellos, marcha sin rumbo, a la deriva.

Leopoldo es el intelectual del grupo. Vive con sus tías y se dedica a escribir por las noches y espera con gran parsimonia el éxito, que parece que le llega tras conocer al gran actor y director Giudizio, que se asombra con su obra y la alaba, pero del que huye porque no se fía. Es quizás el cierre de este personaje una metáfora, un escritor que huye del director por miedo a que le haga daño, a que lo lance al mar, intuyéndose ya en esa escena la vena onírica en la que derivará después el director italiano.

Agranda la trama la magnífica música de otro histórico, Nino Rota, y una cámara que se mueve ágil mostrándonos la cotidianidad de los personajes, consiguiendo gran valía artística a la hora de realizar alguno de los encuadres del grupo de amigos. También pueden señalarse el final de la cinta, con los travelling de las habitaciones en que duermen los amigos de un Moraldo que huye, y cuyo montaje frenético con los sonidos del tren aumentando la intensidad recuerdan a Einsentein en el Acorazado Potenkin.

Quedan también para el recuerdo los paseos por la noche de los jóvenes, que sin duda influyeron en Barden a la hora de poner en escena Calle mayor, y una voz en off que no se sabe muy bien a quién representa, quizás a un narrador externo que podría identificarse con las propias vivencias de Fellini, que tiene un poco de cada personaje. Esa voz en off calará hondo también en otro español, Berlanga, que un su película Bienvenido Mr Marshall plasmará en parecida forma la manera de terminar el día y de irse a la cama de los personajes. El ambiente carnavalesco y la mascarada será otra constante futura del cine fellinesco, que en esta cinta ha cumplido la mayoría de edad.

Como punto y final a nuestra crítica hemos de señalar que el film no ofrece soluciones, sólo muestra, abandonando a los personajes tras el relato, dejándolos a la deriva en una Italia en la que se vislumbran esperanzas, pero en la que también raya en el horizonte un futuro incierto.

Valoración personal: 8,5 sobre 10.

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