Castigo de la palabras

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sábado, 19 de junio de 2010

Plácido, Luis García Berlanga, 1961.

Es Plácido una de las obras cumbres del cine español de los años 60, pero a mi juicio queda lejos de ser una obra maestra indiscutible, como defienden muchos. El dúo Berlanga-Azcona nos deleita con un guión de un humor inteligentísimo, crítico y con ciertos tintes de surrealismo que logran pasar el colador de la censura como si fuese agua de mayo que se escurriese entre sus agujeros.

La historia es un retrato de la hipocresía de la España beata más pudiente. Todo comienza con una cabalgata de Nochebuena, en la que se exhiben para subasta, satíricamente, artistas secundarios del celuloide como si de estrellas de Hollywood se tratase. Junto a ellos, se incluyen viejos y pobres, que serán también paseados con el fin de darlos en adopción por tan entrañable noche, bajo el lema de “Siente un pobre a su mesa”. Con esa primera historia dará rienda suelta Berlanga a su ingenio para señalar con dedo índice la doble moralidad de la sociedad española de primer banco de misa y comunión diaria. La propia organizadora de la campaña es ridiculizada hasta el extremo, así como la obsesión española del guardar las apariencias.

El segundo filón de Berlanga lo abre Cassen con el personaje de Plácido (nombre parlante) y con su preocupación por pagarle una letra al banco y ser honrado. La sátira comienza cuando deja a su propio hermano como fianza, adornando la función con el ataque a los banqueros por su despiadado comportamiento. Todo ello está muy bien condimentado con la elección del día que es, Nochebuena, y con las constantes advertencias del personaje de López Vázquez de que en un día como tal el banco tiene piedad.

No se olvida tampoco Berlanga de dar puyadas a relaciones de amancebamiento, a galanes ridículos de cine, a novias un tanto sueltas, a locutores mentirosos, a anunciantes de ollas o a comerciantes explotadores. El tono y el estilo empleado es acertado, semejando en cierto modo el neorrealismo italiano, pero a la española. No obstante, a la película le falta algo de fuerza, hay demasiada confusión y barullo en algunas escenas, que adolecen de tensión y que no ofrecen nada en claro. Falta un pelín de chispa cómica en escenas centrales, como la del enfermo. El elemento de la letra de Plácido puede resultar excesivo o repetitivo, habría posiblemente que haberle dado otro matiz, más suspense o tensión, para haber redondeado una obra maestra.

El corrosivo humor negro sobrevuela también por el entierro que se cruza con la cabalgata, con el mordaz acercamiento de Plácido a decirle al recibidor de la letra que ya se la ha pagado, comprendiéndose en ese pasaje el miedo, la honradez, y la preocupación del protagonista del film.

Finalmente habría que señalar lo más logrado del film, la acción que se desprende del enfermo moribundo, al que casan en un acto descabellado para evitar el pecado, y al que no dudan en echar de su propia casa tras fallecer, siendo Plácido quién lo guíe hasta la morada de su nueva esposa, en la que celebrará entierro, noche de bodas y luna de miel de una misma atacada, coincidiendo, para mayor inri con su noche más mala y la Nochebuena.

En cuanto a lo técnico hay que rendirse frente al magnífico uso de la composición de escenas, sobre todo desde el punto de vista de la colocación y ubicación de los personajes. Podemos destacar ahí también el manejo de la profundidad de campo, creando en muchas ocasiones, sobre todo en la casa con el enfermo, varios puntos de interés y varios escenarios de acción, que connotan la realidad de los personajes. Destaca también el abundante uso del plano largo y con poco corte, ya que la escena va marcando el ritmo con su confusión, evitando así el aceleramiento que podrían darle los cortes rápidos.

En cuanto al elenco actoral podríamos decir que están a la altura de las circunstancias, López Vázquez y Cassen hacen bastante bien su papel, el resto de secundarios rayan en lo correcto, faltándole quizás mejores diálogos, como puede ser el caso de Agustín González o Aleixandre. Se echa quizás en falta un mejor dibujo de esos secundarios, ya que personajes como el de la hipócrita cristiana, el pueblerino que llega a la ciudad, el actor de cine… están demasiado estereotipados.

En resumidas cuentas, podríamos afirmar que estamos ante una obra de gran importancia en lo que al cine español se refiere. Una obra que retrata (porque Berlanga es el gran retratista) con la maestría habitual de su autor la hipocresía cristiana de la sociedad franquista española, usando para ello un estilo sobrio, con pinceladas de surrealismo, sátira e ironía. No olvida tampoco la creación de escenas secundarias perfectamente detalladas y medidas que ayudan a darle ese carácter de veracidad que ofrece el film. Todo ello ha permitido crear una de las obras magnas de los años 60, pero un tanto lejos de sus grandes obras, ya que Berlanga toca temas muy trillados (aunque no en España) y ya retratados por otros cineastas.

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