Castigo de la palabras

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martes, 1 de junio de 2010

La vida alrededor (Fernando Fernán-Gómez, 1959)

Fernán Gómez plantea en La vida alrededor una comedia de guión inteligente, dirigida con talentosa mano y con un elenco actoral en el que quedará para el recuerdo la primera intervención del gran Manolo Morán, en el papel de un delincuente que se sabe el Código Penal mejor que los abogados y jueces juntos. Fernán-Gómez está sensacional, como casi siempre, y el resto de actores en un nivel correcto. Quizás las dos mujeres entre las que se debate el protagonista sean los papeles más flojos del film. No lo hacen mal, pero me da la sensación de que les falta un poco de fuerza.

La historia cuenta, a golpe de gags, unos años de la vida de Don Antonio (F. Gómez), un abogadillo sin carácter al que le gusta mirar a las mujeres y que tiene que emplearse en múltiples profesiones para poder sacar a su familia adelante. El chollo aparente le llega el día en que el Señor Piñeiro le cede su cartera de lo criminal y tiene la oportunidad de defender a un ex-delincuente que se ha reformado y que ahora es inocente.

La historia arranca con fuerza, y después de que los créditos de la película aparezcan en el diario franquista Arriba, comenzará una crítica leve pero sagaz a gran parte de la sociedad española de aquellos tiempos. Entre las pinceladas de humor inteligente está la crítica al consumismo vano, a la justicia, a la familia, a los familiares, a los negociantes turbios, a los delincuentes de guante blanco, a los charlatanes, a la psicología, a los periodistas...

La película utiliza desde la tercera escena el recurso de romper la cuarta pared para dirigirse al espectador y meterlo de lleno en la película, al igual que si fuéramos la criada a los albañiles que se pasan el día rondando por la casa de los protagonistas, en familia. Este recurso alcanzará su punto culmen en las maravillosas escenas en que los familiares hablan sobre Antonio, cada uno desde su particular punto de vista, en el que podemos destacar la escena de Antonio-gangster y Antonio-seductor.

La socarronería que Fernán Gómez usa con la psicología es otro de los aciertos del film, sobre todo cuando la mujer lo hipnotiza y le saca su vida amorosa, argumento que dará pie a la resolución del film, ya que tras la hipnosis Antonio sólo puede decir la verdad, y al día siguiente tiene el juicio decisivo que ha de marcar su futuro, al cual se presenta diciendo sólo la verdad, cosa que le arruinará la carrera porque tira en su hipnosis de una manta de la que van quedando al descubierto todos los mafiosos que rodean al acusado.

La escena del juicio es de gran categoría, pero quizás hubiera hecho falta una segunda parte con mayores argumentos retóricos, cosa que se evita y re resuelve a base de movimientos de cámara con gestualidad y silenciamiento, donde el ritmo que debería haber llevado el discurso oral lo sostienen los frenéticos cambios de plano, la música y los efectos de sonido.

El final o doble final también es redondo, por una parte el tópico del final feliz con la reconciliación, magníficamente resuelto en la escena del escaparate (-Josefina, cuando te marches enfadada párate en todos los escaparates.- y tú Antonio, mira a todas las mujeres), y por otra el crítico y despiadado de las 14 querellas que le caen por haber dicho la verdad.

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